21 Ago Desayuno sin aceitera
Tras echarse atrás la UE, el Gobierno vetará desde el 1 de enero los recipientes rellenables para tostadas y ensaladas El sector aceitero aplaude la medida; el hostelero la rechaza
“Los aceites puestos a disposición del consumidor en los establecimientos del sector de la hostelería y la construcción se acondicionarán en un envase provisto de un sistema de apertura que pierda su integridad tras su primera utilización y de un sistema de protección que impida su reutilización una vez agotado el contenido original indicado en la etiqueta unida al envase”. Con este añadido al decreto de 2003 sobre la comercialización del aceite de oliva el Gobierno da la puntilla a las tradicionales aceiteras. De momento el texto es un borrador, pero ya está en fase de alegaciones y si como todo parece indicar termina aprobándose la fecha de defunción está fijada en el 1 de enero de 2014. A partir de entonces todos los bares y restaurantes estarán obligados a ofrecer al cliente, para desayunos y ensaladas, aceite de oliva en pequeños envases monodosis o en botellas que una vez destapadas ya no se puedan volver a rellenar.
Los envases irrellenables son una reivindicación histórica del sector, tanto de productores como de industriales. Sufrió un revés cuando la Comisión Europea se echó atrás por presiones externas en su intención de prohibir las aceiteras en toda Europa, pero ha vuelto a coger aire después de que el Ministerio de Agricultura retomara la medida para aplicarla en España. Al fin y al cabo, es en nuestro país donde más abunda el aceite de oliva en los bares, y además Portugal e Italia ya han prohibido por su cuenta que se pueda rellenar de nuevo el envase. El Gobierno se ha limitado, de hecho, a transcribir el texto original europeo sin apenas cambios.
Para el sector, la medida está llena de beneficios. Se gana, se argumenta, en transparencia, porque al estar el envase etiquetado el consumidor sabe a ciencia cierta qué aceite consume; y en seguridad alimentaria, porque no hay posibilidad alguna de fraude. Con las aceiteras era posible introducir aceite de orujo en lugar de oliva y no había forma de saber, más allá del sabor, si el producto estaba fuera de consumo preferente o no. Para la hostelería -o al menos para la federación que agrupa bares y restaurantes a nivel nacional- un establecimiento de este tipo no es un supermercado y, por tanto, no tiene por qué ofrecer sus productos envasados. La información, se afirma, está ya en pizarras y en la propia carta, y si el cliente tiene dudas el personal las resuelve. El etiquetado y envasado irrellenable del aceite es “una nueva obligación” que “complica la vida” a un sector inmerso en “una crisis de caballo” y que se ha visto obligado a ajustar al máximo sus márgenes. Es la versión de Emilio Gallego, secretario general de la Federación Española de Hostelería (FEHR), que calcula que la sustitución de las compras a granel por los nuevos envases supondrá multiplicar por tres el precio del litro. “Hosteleros y consumidores se muestran hipersensibles al precio; cualquier movimiento brusco en un producto deja un hueco que es cubierto por otro. Por ejemplo, en las ensaladas hay salsas que se pueden usar perfectamente que ahora tienen unos precios muy atractivos”, avisa Gallego, que pide al Gobierno que retire el decreto.
Desde la otra parte, Primitivo Fernández, director de Anierac, la asociación que agrupa a la industria, minimiza el efecto del coste, y lo hace esgrimiendo una prueba que realizó una empresa sevillana el pasado mes de julio. Esta firma vende el envase PET de cinco litros de virgen extra a 15,84 euros. Un bar seguirá comprando este formato porque en cocina no es de aplicación el nuevo decreto, pero, si no lo hace ya, tendrá que adquirir nuevos envases, en este caso de tres cuartos (3,99 euros) o un cuarto de litro (1,59). O, en su caso, monodosis, un producto mucho más específico. Pues bien, el coste de los diez mililitros que supone una tostada pasaría de 0,03 euros con el envase de cinco litros a 0,06. En el caso de la ensalada se pasaría de 0,06 a 0,12. “¿Es significativo? ¿De verdad encarece tanto? Y además tenemos la garantía de lo que estamos tomando”, afirma Primitivo Fernández
Incluso es posible que este sobrecoste sea compensado por el propio movimiento del mercado. Así lo piensa al menos José Vázquez, técnico de Asaja-Sevilla. “Es posible que al crearse mercado las marcas entre en competencia por introducir su producto y el coste extra del embotellado lo asuman ellas para promocionar su producto”. Fuentes del sector calculan que el nuevo formato de envase, con tapón irrellenable, encarecerá unos cinco céntimos cada unidad, un coste que se considera bastante asumible si se consigue el objetivo de crear marca y educar al consumidor. Otras fuentes aluden al potencial turístico: lo mismo que en las cartas hay diferentes variedades de café, o de vinos, ¿por qué no de aceites? ¿Por qué no potenciar el carácter saludable del producto? “Es un trabajo que hay que hacer, no es la solución, pero es un paso positivo que ayuda a mejorar la imagen”, se señala desde el sector.
La federación de hosteleros comparte ese objetivo, pero no cree que la imposición de una medida como ésta sea la solución. Y pone el ejemplo del vino, que ya hace unos años inició un camino similar al que quiere seguir ahora el aceite. “No se han valorado todos los riesgos: hace veinte años se consumían 60 litros de vino por habitante y año y ahora no se alcanzan los 20”, señala Emilio Gallego, en referencia a la retracción del consumo que podría venir de una presumible subida de precios.
El sector no cree en esta tesis. Piensa que el consumo no se retraerá porque la subida del precio, si la hay, será mínima; que se elevará el conocimiento de los tipos y calidades del aceite por parte del consumidor y que las pequeñas marcas, con la distribución copada por las grandes, tendrán un hueco en el canal Horeca.
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